11 mayo, 2016
Por: Claudia Ruiz Rodríguez / Mtra. en Desarrollo Humano
El hombre por naturaleza tiene la necesidad de relacionarse con su entorno y con quienes le rodean, estableciendo desde temprana edad vínculos afectivos intensos sobre todo con la madre. Para que dichos vínculos sucedan o no en un marco de seguridad, salud y confianza, son fundamentales las circunstancias y el contexto, pero sobre todo la disposición y la capacidad de la madre para establecerlo.
Con el nacimiento el niño inicia un camino de auto-descubrimiento. A partir de la relación simbiótica con la madre, o con la figura que ejerza dicha función, el niño se irá definiendo gradualmente como individuo.
“La imagen que el niño va teniendo de sí mismo como ser humano nace de la continua interacción e identificación con la madre” Robertiello (1980).
La relación con la madre es el primer contacto grato u hostil que el niño tiene con el mundo, contacto que marca de manera importante la personalidad y el desarrollo del mismo.
“El primer año de vida es fundamental para el desarrollo de la personalidad y la salud mental del individuo” Winnicott (1995) La primera relación con la madre es fundamental en todos los sentidos, pues es ésta la que marca la pauta de la calidad y la tesitura de las relaciones posteriores que la persona establecerá con los otros y el entorno.
Esta primera relación otorga o no filiación y sentido de pertenencia, pero sobre todo debería brindar una base emocional segura, para que entonces la persona avance con salud y bienestar los años venideros.
En un estudio realizado con madres y niños en Uganda, Ainswoth quedó sorprendida del modo en que los niños, una vez que pueden moverse solos, utilizan a las madres como base de seguridad para explorar lo que hay a su alrededor. Los niños cuando tienen una buena figura de apego se permiten realizar con toda seguridad excursiones exploratorias al mundo, pues tienen la seguridad que al regresar siempre habrá alguien a su lado. La persona para su desarrollo necesita de éste doble proceso de contención y libertad.
Los vínculos que se establecen con los padres desde temprana edad, son fundamentales, pues son éstos los que dotan a la persona de amor, confianza, seguridad, autoestima, además de brindarle motivos y razones para vivir.
Según los estudios recientemente por Shaver y Hazan (1987) se revela que los adultos reflejan en sus relaciones el tipo de vínculos que tuvieron en la niñez, pudiendo comprender desde esta perspectiva la posibilidad de entablar tres tipos de vínculos.
“Un vínculo que siempre abraza” Es aquel que da certeza, seguridad, confianza y en su momento autonomía e independencia.
“Un vínculo frágil” Es un vínculo en donde impera la ambivalencia y la inestabilidad, lo cual genera en el niño incertidumbre, ansiedad y altibajos emocionales, éste no recibe la aceptación, la seguridad y la confianza total
“Un vínculo que desampara” Es aquel en el que él niño no está vinculado amorosamente a la madre. El niño prefiere evitar el contacto con ella o bien le da igual la relación con la misma. Son muchas las experiencias sensoriales y las vivencias que en el primer año de vida ayudan a la construcción de un vínculo de seguridad entre padres e hijos, entre ellas están:
– El amamantamiento natural es ideal.
– El contacto piel con piel.
– Una actitud de comprensión y consuelo frente al llanto.
– Las caricias que nacen del corazón.
– La mirada que contacta.
– El arullo.
– El intercambio verbal (Balbuceo- Padres que hablan a sus hijos).
– La escucha mutua.
– El juego compartido.
– Experiencias conjuntas en contacto con el agua, la arena y la naturaleza.
– La sonrisa.
– El canto y la música.
– El masaje Infantil.
– La estimulación temprana.
Algunos factores que dificultan el proceso de vinculación a temprana edad:
– Que la realidad del niño y su capacidad no correspondan a las expectativas que tenían los padres.
– Dificultades al nacer, malformaciones, parto prematuro.
– Depresión post-parto.
– Problemas familiares y personales.
– El estrés y la ansiedad de la madre.
– Presiones externas.
– Falta de contención del padre o de alguna otra figura hacia la madre.
– Niños no deseados.
Un vínculo de seguridad, supone esa base segura desde la cual se desprende el desarrollo integral del niño. Muchas patologías, alteraciones de la conducta (neurosis) se deben en buena medida al tipo de vínculo y a las experiencias de interacción que el niño ha tenido con sus padres. Sin embargo, nunca es tarde para reparar o construir vínculos de seguridad.
Si la persona en algún momento de su vida recupera la vida emocional que perdió durante la infancia, con ella recuperara el sentido “auténtico de sí – mismo” y con ello su bienestar y felicidad. (Bowlby 1973)
REMI: Red de Educadores de Masaje Infantil/México A.C. es una Asociación civil sin fines de lucro, que ofrece una filosofía de vida sólida y humanista en torno a temas de crianza, maternidad, desarrollo humano y masaje infantil a través del futuro
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