5 mayo, 2016
Por: Javier Sánchez Díaz de Rivera / Doctor en Educación
La cultura de la paz se construye desde el maternaje. La conformación del vínculo en los primeros meses define en gran medida la disposición a una cultura de profunda por la paz. La ausencia del vínculo o un vínculo conflictivo puede dar lugar a un sinnúmero de violencias que arrastramos por nuestras vidas. Esto no se dice para cargar de culpas a las madres ya de por sí en conflicto por la exigencias de un proceso de atención a su bebé que está lleno de contradicciones. Se dice para adquirir mayor conciencia de la importancia del vínculo y del proceso de relación doloroso y festivo de la madre con su bebé en esa etapa temprana.
La madre en el puerperio entra en un tiempo sin tiempos donde todo depende las exigencias sin medias tintas de un bebé. El tiempo se trastoca totalmente y la madre se enfrenta al dilema de solo atender a su propio deseo- de regresar al trabajo, de dormir a sus horas, en fin de seguir la vida según sus criterios habituales-, o bien de encontrarse con el deseo del bebé y atenderlo, permitiéndose a sí misma vivir la aventura, realmente impredecible que le depara la relación con su bebé y que le llevará eventualmente a lidiar con su propia sombra, con sus zonas de desprotección y abandono en su propia infancia.
Cuando la madre decide no atender sino su deseo propio, se inicia un proceso de abandono y soledad en el bebé que siembra formas diversas de violencia sutiles en el bebé que serán forma y fondo de muchas de sus relaciones en su vida posterior. Los bebés desarrollan tres formas de violencia. Hacia fuera, hacia adentro o una reacción adictiva.
Es una violencia que destruye al otro. La falta de “maternaje” coincide con una identificación con el agresor. Siempre el otro tiene la culpa y esto genera una violencia activa y toda vinculación solo será posible estableciendo un disgusto con el otro. Se trata de una estrategia de supervivencia que el bebé desarrolló desde su primera infancia. Es un enfado primario que no se resuelve con poner o poner límites ahora, sino atendiendo a esa ausencia primaria que sigue siempre clamando justicia desde ese tiempo remoto.
Siempre estoy disponible para que el otro descargue su furia en mí. Recibieron maltrato no necesariamente físico, sino emocional. El bebé para sobrevivir recibe y acepta el maltrato. De adulto pueden parecer muy buenas gentes porque no respinga, aguantan, se abniegan. “La víctima no daña al otro pero activa la agresión del otro”.
La violencia sutil que deriva en una costumbre de reacción adictiva.
La adicción resulta de la búsqueda ya nunca satisfecha de obtener respuesta a las necesidades primarias de afecto y contención de las que fue privado el bebé. La madre optó por seguir criterios, por demás comunes incluso en mundos científicos, médicos y familiares, que hacen prevalecer el deseo adulto por encima del deseo del bebé. Así el bebé que siempre seguirá buscando la respuesta a este deseo primario, empezará a manifestar compulsiones diversas, por dulces, por videojuegos, y de adulto, compulsiones por el trabajo, por el alcohol y otras drogas.
Como educadores de masaje estas ideas de Laura Gutman son conmovedoras. Sacan a flote con singular crudeza los efectos de la falta de contención, de atención afectiva, del miedo de la madre que renunció a sumergirse en el mundo demandante del bebé, y que renunció también a encontrarse a sí misma en ese proceso. Si bien estas conclusiones pueden parecer duras y hasta injustas con la madre, en realidad llaman la atención a la importancia crucial de responder ante la presencia del bebé tanto a las necesidades del bebé como a la posibilidad de desentrañar la sombra propia de la infancia de la madre.
El masaje suscita un movimiento doble. Por un lado, un vínculo nutridor para bebé y p/madre, y por otro lado un desnudamiento de la madre que se vuelve, sin poderlo controlar al menos en un primer momento, sobre sí misma encontrando la oportunidad única de sanar sus propias violencias frutos de posibles abandonos infantiles.
Ciertamente estos procesos de la madre desbordan la tarea del educador y del masaje infantil, pero comprenderlos puede ser sumamente importante para orientar a las mamás, para propiciar una solidaridad entre madres que les de valor a entrar de lleno en el mundo del bebé y el propio, y para sensibilizar a los papás a dar una contención fuerte en estos momentos tan impredecibles y misteriosos.
REMI: Red de Educadores de Masaje Infantil/México A.C. es una Asociación civil sin fines de lucro, que ofrece una filosofía de vida sólida y humanista en torno a temas de crianza, maternidad, desarrollo humano y masaje infantil a través del futuro
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